Boca le ganó 5 a 0 ante Alianza Lima y, gracias al triunfo de Palmeiras sobre Junior, clasificó a los octavos de la Libertadores.
Ya se sabía con antemano que no había más entradas para el partido entre Boca y Alianza Lima. Era lógico imaginar una Bombonera llena. Y así fue. Entraron de a poco cada uno de los hinchas. Algunos distendidos, otros nerviosos. Uno tenía una radio para escuchar el partido y rogar que estudios centrales anuncie el gol de Palmeiras. Otros dos sintonizaban alguna aplicación de televisión en sus celulares para vivirlo minuto a minuto. Los menos ansiosos, decidieron que con ganar era suficiente. El clima que se respiraba era de tensión. Aun así se cantó, se recordó al eterno clásico, y también al torneo local recientemente obtenido.
La hora de la verdad comenzó a las 21:45. En Brasil, igual. Sin diferencia horaria, los dos encuentros de noche.
En el Alberto J. Armando el juego se tornaba un poco trabado en los primeros instantes, pero ya a los 11, un centro raso de Pavón hacia atrás, le llegó a Cardona que, muy tranquilo, definió debajo de la resistencia del arquero Campos. Ventaja de un gol, que se amplió a los 19 con el tanto de Fabra, y aún más con el doblete de Wanchope Ábila. Era un monólogo del Xeneize. La defensa peruana padecía. Retrocesos muy malos, fallas en los pases, excesiva timidez para volcarse a la ofensiva.
La primera etapa cerró con los deberes ya hechos. Ventaja de 4 goles para el local. Cada uno se gritó con una leve intensidad, atípica del escenario y contexto. Quizás porque no alcanzaba con ese resultado. Faltaba algo más para sellar la fiesta. Era necesario que desde San Pablo llegasen noticias auspiciosas para el equipo de los mellizos. Para ese entonces sólo se supo que Junior había tenido chances claras, pero el equipo brasileño, había tenido aún más. A pesar de ello, todavía no se sacaban ventaja.
Así, comenzó el complemento. Con la expectativa dentro de otro encuentro. Mientras tanto, se disfrutaba de cómo se movía la pelota en campo propio.
Cerca de los 6 minutos de la segunda etapa, hubo un silencio simultáneo, y después el grito sagrado. Toda la Bombonera entonó un tanto ajeno. Borja le daba la ventaja a Palmeiras y dejaba fuera a Junior. Y ahí se largó la euforia. Se cantaba a un ritmo de locura a causa de liberarse del sufrimiento en el que cada hincha estuvo apresado. El golazo de Tévez sirvió para enaltecer más el clima.
Lo que pasó a partir del minuto 10 fue simplemente anecdótico. El equipo colombiano, en Brasil, buscó, pero le faltó mucho, porque su rival no tuvo piedad en echarlo de la máxima competencia internacional. En Buenos Aires, mucho juego tranquilo, sin exigencias, con la clasificación ya envuelta y guardada en el bolsillo. Entró Gago para que empiece a tomar Rodaje. Salieron Pavón, Tévez y Ábila. Con una intención. La de que se ganen su merecida ovación.
Final feliz entonces para el equipo de la Ribera. Resolvió rápido su tarea, y esperó lo mejor de Palmeiras, que cumplió, y le dio vida en la próxima fase de la Copa Libertadores. Eso sí, Boca no se puede confiar. Falló mucho en la fase de grupos. Le tocó protagonizar partidos espantosos en cuanto a juego o cantidad de ocasiones. Hay mucho que mejorar, pero por ahora puede festejar. A Junior le quedará conformarse con la Sudamericana, donde también tiene que cambiar su papel a la hora de ser visitante, ya que le costó mucho hacer pie en estadios alejados de su país.