El equipo de Sarandí volvió a la máxima categoría del fútbol argentino luego de vencer por 1 a 0 a Sarmiento en el desempate de la B Nacional.
La voz del estadio del Florencio Sola anunciaba la que iba a ser una realidad efectiva. Auguraba una gran fiesta, con las dos hinchadas y un lindo clima de alegría. Porque la situación lo ameritaba. El sur de la provincia de Buenos Aires era el escenario para albergar la final por el ascenso a la primera división. Como si no hubiera habido infartos en la semana pasada después de una definición que cambió minuto a minuto…
Ahora los corazones que iban a estar atentos eran los de Arsenal y los de Sarmiento.
Los dirigidos por Rondina buscaban volver a la Superliga, cuando apenas un año antes se cerraba un ciclo desastroso en lo institucional y que hizo merma en los puntos obtenidos. La realidad ahora era distinta. Un conjunto renovado con varios jugadores jóvenes con proyección acompañados de otros con experiencia, generaba una gran expectativa para sus hinchas que colmaron todo su sector y la platea continua al sector de prensa.
Por el lado del equipo de Iván Delfino, la sensación era distinta. Porque a pesar de pelear la punta gran parte del torneo, desperdició una cantidad inmensa de chances para afirmarse. Empates de local, puntos perdidos de manera increíble, o derrotas en partidos clave (como contra Chicago) estiraron la situación para que se definiese en últimas instancias de esta edición del torneo de ascenso.
El partido, después de una gran ceremonia, comenzó con intensidad. No solo la que aconteció en el campo de juego, si no que también de parte de las hinchadas. Los de Junín aparecieron con una gran cantidad de gente para colmar una de las populares de Banfield. Y claramente entonaban canciones para mover a sus muchachos, con la clara intención de competir en ese rubro con sus rivales. Era una devolución constante. Te canto a vos, vos me cantas a mi.
En cuanto al juego, los dos buscaban tener la posesión. La llave parecía que estaba ahí. Lo que se pedía también era huevo, y garra. Pero lo esencial era tener la pelota y movérsela al rival. Por ese camino, Álvarez Suárez la jugó para Garate, que en su afán de aguantar la posición de espaldas, fue tumbado en el área y no hubo duda. La gente chilló y Pitana sancionó la pena máxima.
Jugada clave. En un momento clave, casi dieciocho. En un inicio de encuentro parejo dentro de todo, era ya momento de dejar una marca en el tanteador. El que sufrió la falta de encargó de la responsabilidad. Con su remate lejos de la posición de Vicentini, marcó el primer gol de la tarde, y transitoriamente le estaba dando el ascenso a primera a los de Sarandí.
En sí, fue un gran partido. Porque había llegadas, hasta incluso dentro del área. ¿Pero cuál era el tema? Las defensas estaban herméticamente cerradas. Con buena marca, no en busca de un amontonamiento en el área. Sólo algún que otro descuido podía generar una ocasión muy clara. Por dar un ejemplo, un cabezazo de Zamponi pasó cerca del palo en una jugada en la que Landa y Olivera perdieron la marca.
A pesar de que fue peleado el primer tiempo, sacó su ventaja Arsenal, en el resultado y en el juego. En el complemento, las cosas cambiaron un poco. El kiwi se fue comiendo progresivamente toda la cancha. Era entendible. Desesperado en busca del empate colocaba todas fichas en el campo de juego. Con el ingreso de Quiroga (en la primer etapa) por Villalba, hubo un poco más de movilidad. El volante rompió líneas reiteradamente. Se filtraba, corría, la pedia, generaba peligro. Pero como anticipé con anterioridad, ambas defensas eran fuertes.
No obstante, el castillo del Viaducto casi se desmorona. En una gran jugada en la que se filtró Quiroga con un centro hacía atrás, y con el error de Gagliardo, quedaba la resolución para el ingresado Sebastián Penco. Se paró todo por un segundo. Dentro del área chica, las posibilidades de error eran pocas. Por eso algunos abrían la boca para gritar el gol, mientras que otros se tapaban para no mirar. Pero la suerte no estuvo jamás del lado del ex delantero de San Martin de San Juan. No logró definir bien, y la pelota se fue arriba del travesaño. Con eso, algunas almas retornaron a sus cuerpos, mientras otras, ya se sentían ajenas, lejanas, sin sentido.
Pitana se llevó el silbato a la boca, y se desató el grito, la corrida de todos los jugadores, y el desplome de otros en el suelo. Arsenal campeón de la presente edición de la B Nacional.
A un año de haber bajado de categoría por primera vez en su historia. Con sólo tres triunfos y con el acompañamiento de Temperley, Olimpo y Chacarita. Por lo visto, fue el que más suerte tuvo en estos meses de agosto a abril. Una temporada que encima empezó floja, con una igualdad ante Gimnasia de Jujuy en Sarandí. De a poco fue torciendo su rumbo. Quizás la solidez radica en que el objetivo principal era entrar al reducido. El ascenso directo era un sueño, que mejor no tenerlo despiertos. Y así, llegó a la última fecha con chances de ser campeón. Y la tuvo complicada. En Nuñez la historia no termina en cero de milagro. Después del penal fallado por Álvarez Suárez, parecía todo desvanecido. Pero no fue así. Tuvo una chance más que supo aprovechar de la mejor manera. Y ahora, a festejar y ver cómo será tratado en una Superliga ya de por sí compleja con su sistema de promedios y lo parejo de sus integrantes.
Por el lado de Sarmiento, una vez más la posibilidad del retorno queda trunca por el momento. Tiene una pequeña revancha. Ante Brown de Adrogué el próximo fin de semana. Hay que ver si la mentalidad de los dirigidos por Iván Delfino resisten otra prueba mental y física para poder llegar al tan deseado ascenso.