La anécdota es del Mundial sub 20 de 2005. Argentina había perdido 1-0 en el debut frente a Estados Unidos en un partido en el que, ya en desventaja, el técnico Francisco Ferraro había incluido a Lionel Messi recién para el segundo tiempo. Extraño: ya se sabía lo que podía dar, aun con los dos años de ventaja que daba. Primero se quejó a la distancia Julio Grondona, el presidente de la AFA: «El chiquito tiene que ser titular». Después fueron nada menos que los jugadores quienes opinaron: en una reunión nocturna en el hotel donde estaban hospedados, le hicieron saber al entrenador que el chico de Barcelona debía ser titular. En el partido siguiente jugó de entrada, convirtió en el 2-0 a Egipto, obviamente no salió más y se terminó llevando todos los trofeos: campeón, figura y goleador.
Los compañeros siempre quisieron a Messi. Es lógico. Saben que con él tienen más chances de ganar partidos, torneos y dinero. Pep Guardiola pensó un Barcelona a su alrededor. Desplazó a Zlatan Ibrahimovic, un solista, para armar un coro que tuviera al argentino como la pieza principal. Desde entonces, varios futbolistas acostumbrados a ser los decisivos en sus equipos se acostumbraron a un rol importante pero en segundo escalón: David Villa, Neymar, Luis Suárez.
Lo mismo en la selección. En la Copa América ganada en el Maracaná, el plantel entero demostró compromiso para correr y que él se luciera, así como quedó claro que estaban tan o más interesados en que Messi se sacara la espina que en el festejo propio.
Hasta que el 10 llegó al PSG. Allí se transformó en el 30. Fue una buena idea de Leo; usar otra camiseta expresaba que no pondría su ego por encima de lo establecido y que se adaptaría a las costumbres instaladas del equipo. Un equipo que siguió teniendo el mismo estilo que tenía antes de su llegada: ante todo, juega para la velocidad de Kylian Mbappé. A Messi lo buscan, pero más que nada en zona de gestación. Su principal socio en este año en Francia es Marco Verratti, no alguno de los atacantes. Lionel juega más cerca del círculo central que del arco rival. Pero después llega al área. Y en esos momentos muy pocas veces lo encuentran para terminar las jugadas.
Barcelona buscaba la manera de localizarlo. En cada época hubo jugadas que tenían como finalidad que él apareciera para convertir: cuando trataban de generar su mano a mano con el lateral izquierdo rival para que enganchara para su zurdazo, cuando empezó a moverse como falso 9, cuando Jordi Alba llegaba al fondo y tocaba atrás. Ocurre algo similar con cada jugador del seleccionado; todos miran dónde está antes de pensar en otra opción. El PSG es el primer equipo de Messi que no lo prioriza.