A 17 años de un histórico ascenso del Cervecero, compartimos el capítulo del libro «CHAPU CORAZÓN» que repasa aquella campaña.
Cancha de Ferro, 2003: un jugador, el único de la barrera, observa cómo lo supera la pelota y gira para seguir su trayectoria; anhela un rechazo y que, de una vez por todas, el árbitro pite el final; no; cabecea un rival y la bola viaja, sin obstáculos, hacia el arco; el futbolista de la barrera se muere un poco.
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“Cuando el partido ya terminaba, ellos tuvieron una clarísima que pegó en el palo. Me quedé paralizado porque la vi adentro y por un instante se me vino el mundo abajo. En esa jugada envejecí varios años”, reconoce Braña, testigo predilecto de aquel centro, y enseguida agrega su conclusión: “Cuando es para vos, es para vos; no hay con qué darle”.
Esa acción (cabezazo de Norberto Testa en el poste) fue una de las últimas jugadas de la revancha por el segundo ascenso a primera división, entre Quilmes y Argentinos Juniors: el encuentro finalizó 0-0 y ese resultado benefició al Cervecero, que en el partido de ida había ganado 1-0.
El salto a la A se concretó el 5 de julio de 2003 y así fue el 11 titular que dispuso Gustavo Alfaro: Marcelo Elizaga; Danilo Gerlo, Gustavo Raggio, Leandro Desábato y Raúl Saavedra; Rodrigo Braña, Héctor Aguilar y Leandro Benítez; Darío Fernández; Alejandro Abaurre y Darío Cigogna. El diario Olé afirmó al otro día: “Quilmes rompió con todos los hechizos y maleficios. Después de 11 años y cinco finales, volvió a primera y sus jugadores e hinchas lo festejaron como nunca”.
Si el alma fuese tangible, este recuerdo —para el Chapu— representaría una caricia justo en esa zona. “Yo venía de una experiencia difícil en Unión, por cuestiones personales, y el ascenso fue algo inolvidable. ¡Una de las mayores alegrías que tuve en el fútbol! Para mí fue cumplir un sueño y lo pongo junto a la Copa Libertadores como los logros más importantes de mi carrera”, comenta y sonríe. Sonríe con ganas.
Antes de ese cruce, tan cerrado como apasionante, el equipo de Braña transitó una temporada con altibajos. En el Apertura empezó firme, luego se desinfló y atravesó una racha muy negativa (siete fechas sin triunfos), pero se repuso y terminó tercero. El Clausura fue, incluso, más embarazoso y finalizó séptimo gracias a una notable arremetida en las últimas jornadas (cinco victorias y dos empates): 2-1 a Defensa y Justicia, 0-0 con Gimnasia de Jujuy, 5-1 a Gimnasia de Entre Ríos, 3-1 a Almirante Brown, 2-1 a Deportivo Español, 1-0 a Defensores de Belgrano y 0-0 con Belgrano de Córdoba. Esa seguidilla fenomenal, con 17 puntos de 21, le sirvió para culminar tercero de la tabla general y así colarse en esa bendita final contra el Bicho.
CREER O REVENTAR: Quilmes y la leyenda de la Bruja Dora:
Al campeón de la temporada 2002/03 de la B Nacional, un Atlético de Rafaela asombroso que se adueñó de los dos torneos, le faltaba un acompañante para subir a primera. ¿Los candidatos? Argentinos, subcampeón de la Crema en ambos campeonatos; y Quilmes, que se metió en esa definición por la ventana del altillo (10 unidades menos que el Bicho en la acumulada y apenas dos por encima de San Martín de Mendoza, que en la última fecha cayó de local).
El Cervecero llegó de punto, sí, pero en alza. Con la confianza al tope, después de mucho tiempo; tres años para ser exactos. Y en esos 180 minutos, el conjunto de Alfaro se convirtió en muralla. Un verdadero frontón, contra el que Argentinos rebotó permanentemente. El gol de Agustín Alayes, de cabeza tras un tiro libre venenoso de Leandro Benítez, bastó para inclinar la serie.
Hay dos números que sirven para explicar por qué aquel Quilmes saltó a primera división luego de 11 años: disputó 40 partidos, perdió solo ocho.
“En nombres teníamos menos que en las temporadas anteriores y en un momento llegamos a estar decimoterceros, hasta que les empezamos a ganar a todos y sorpresivamente nos metimos en la final por el segundo ascenso. A pesar de que teníamos un plantel de hombres, con personalidades fuertes, la verdad es que ascendimos cuando menos lo imaginábamos”, se sincera Braña, que –como mediocampista por derecha– colaboró con despliegue y dos tantos.
Su compañero Desábato regala una anécdota jugosa: “Veníamos de un primer semestre complicado y cuando en el segundo empezamos a levantar le dije al Chapu que íbamos a ascender. ‘Si se da, te regalo mi parte del premio’, me contestó. Unos meses después, cuando lo conseguimos, él me quería dar la plata y yo no aceptaba. Al final llegamos a un acuerdo: me regaló un par de botines”.
El Chino Benítez concuerda en la dificultad que tuvo aquel logro: “El ascenso fue la frutilla del postre de un año que no había comenzado nada bien. Fue algo hermoso e inolvidable para todos los que integramos ese plantel y también para Quilmes porque se le venía negando en los años anteriores”.
Para cerrar la ronda de testimonios, la palabra de Alayes: “A la serie decisiva con Argentinos llegamos bien porque en las últimas 10 fechas el equipo se había consolidado. La jugamos con una tensión enorme, pero con muchas ganas de romper la racha negativa de finales perdidas. Conseguir el objetivo fue espectacular y un desahogo muy grande para todos”.
Chapu, Chavo, Chino y Flaco. Un cuarteto ganador. Un cuarteto Nacional. Un cuarteto que en 2003 rebalsaba de felicidad y ni siquiera sospechaba que, seis años y 10 días más tarde, conquistaría América. Un cuarteto que se filtró en la historia del fútbol argentino.
* Autor: Máximo Randrup.
* Fotos: Alberto Hougham y FotoBaires.