Quique Monleón Ciurana
La mezcla de fútbol y política tiende a ser explosiva, siendo pocos los valientes que se embadurnan de ella mientras su carrera en activo está. El caso de Paolo di Canio es peculiar, un “hooligan” sobre el campo donde se ganó a dos de los sectores más radicales del planeta fútbol como son la Lazio y el West Ham, que no fue su único periplo por Inglaterra para acabar su carrera profesional entre levantamientos de brazo y miradas asesinas en el club donde se lanzó al estrellato como es la Lazio. Un jugador ”casual“ que no estaría permitido a día de hoy tiene una historia a desgranar.
En el seno de una familia romana, concretamente en Quarticciolo, nació en 1968 Paolo di Canio “Paolino” para sus camaradas más cercanos. Sería en las mismas calles de la periferia del barrio capitolino donde di Canio daría sus primeros toques a un balón para dar el paso al Tevere Roma, equipo que actualmente está desaparecido sirviendo éste como trampolín para firmar por el club de sus amores, la SS Lazio donde su rudo carácter, el fervor por los antepasados históricos del país y su conexión con la grada solo fueron los condimentos de una receta que acabó siendo perfecta puesto que el jugador estuvo 5 campañas en el conjunto laziale donde dio de que hablar por sus innumerables gestos y la facilidad que tenía de hacer llegar a él los aficionados radicales del conjunto de la capital romana porque era lo más normal el ver a éste subiendo a la grada de los fanáticos del águila a celebrar sus goles incluso tatuándose en la piel respectivos signos que hicieron de éste una insignia para el bando nacionalista de uno de los clubes más señalados por seguir al pie de la letra lo que es el fascismo italiano.
Pese a no lograr grandes gestas en cuanto a títulos se refiere con el club de sus amores, más de una centena de partidos y 20 goles fueron los que condecoraron el inicio de carrera en el futbol profesional por parte del jugador romano, que tendría que esperar hasta 1993 para ganar su primer título europeo siendo ni más ni menos que una copa de la Uefa en una temporada 1992-1993 donde la Juve, pese a quedar lejos del liderato, arrebatado por el Milan de Sacchi y superados por un Parma que haría una temporada muy honorífica ganando Coppa Italia y clasificando para la Champions League al igual que el equipo de Trapattoni donde militaba un di Casio que, pese a no ser de los máximos goleadores, dio 7 asistencias compartiendo vestuario con jugadores como Gianluca Vialli, Roberto Baggio o un joven Antonio Conte, futbolistas en plena madurez y en sus mejores años de futbol que llamaban con fuerza a una selección italiana que tenía el foco puesto en el mundial de los Estados Unidos del año 94 donde sucumbirían en penaltis con el ya famoso lanzamiento del propio Baggio.
Una de las frases más míticas nombradas en el fútbol es “fuera de casa hace mucho frío” oración cogida al dedillo por un di Canio quien parecía echar en falta su hogar: el Olímpico de Roma cuando se vestía de color celeste los fines de semana. Tras una temporada en Turín aún habiéndose coronado como campeón de Europa y llamado a las puertas de una selección a la que nunca fue, abandonó el club del Piemonte para jugar primero en el Napoli, donde no tuvo tanta suerte bajo el mandato de un Marcello Lippi que posteriormente coronaría al convidado azzurri como campana del mundo encimera 2006 y tras una temporada donde disputó 26 partidos y metió 5 goles, cifras algo frías para un mediapunta con mucha pisada de área, llegaría el Milan, en ese Milan que le había arrebatado la liga la anterior campaña y con el que ganaría la Supercopa de Europa ante la misma Juventus que y por cosas de la vida, esa temporada sí rendiría con una marcha más y sin Paolo, alzándose con una Serie A donde superaron por trece puntos al Milan de un Capello que cuajó un final de temporada algo tétrico: perdiendo la final ante un Ajax que no la ganaba desde que Cruyff aún no le daba a los cigarros además de dejar escapar la ya obsoleta intercontinental (Mundialito de clubes a día de hoy). En lo que respecta a Paolo di Canio, no pudo hacerse con una titularidad en un equipo plagado de estrellas: 37 partidos en dos campañas, campeón nacional e internacional, fueron los números de un romano que estaba cerca de emprender una nueva aventura lejos de su Italia natal: ni más ni menos que en Escocia, donde el frío norteño y los abucheos a causa del antifascismo propagado por las gradas de Celtic Park fueron la crónica de una temporada donde tuvo dobles dígitos en goles y partidos en un Celtic que estaba lejos del Rangers, que se embarcaba a la consecución del título de la Scottish Premiership con relativa superioridad y en Europa, donde el equipo escocés no pudo superar ni la liguilla. Como se vio en Nápoles y tras una temporada donde Paolo no defraudó, se iría algo hacia el sur para recalar en la nueva Premier League donde dos equipos se ganarían su corazón: Sheffield Wednesday primero y sobre todo, West Ham.
En Sheffield, cumplió el objetivo pautado por el club, que no era otro que quedarse en Premier, realizando una campaña e inicio de la segunda bastante buena, llamando a la puerta de varios clubes de nombres en el panorama ingles, además de tener sobre la mesa el poder volver a su Italia querida, donde el rufián no había dicho su última palabra todavía. 41 partidos y 15 goles valieron para que el West Sam le fichase en 1999, no soltando hasta 2003. Fue ahí y bajo la mano de Harry Redknapp, donde el romano juntó todo lo demostrado en Italia, Escocia y aquello que se estaba instaurando en Inglaterra: un futbolista al que costaba sacar el balón de encima y que sólo podías coser a patadas para arrebatárselo, ágil con el esférico en los pies y propenso a chafar área y hacer malabarismos que hicieron de él un icono allá donde ha ido por mucho que lo odiasen.
Su polivalencia y capacidad para acoplarse tanto en bandas como en la posición del 10 o de delantero le valió para quedarse un lustro jugando en el West Ham, donde firmó su mejor campaña con 16 goles y 8 partidos además de formar parte de un equipo que estaba formando una camadería de jugadores con un futuro brillante como lo fueron los Rio Ferdinand, Michael Carrick o Frank Lampard (todos campeones de Europa e importantes en su respectiva selección inglesa). 5 goles de puro rock and roll en la ciudad capitolina inglesa, donde su golpeo y furia hicieron que otra afición radical coreara su nombre hizo que firmase por el Charlton Athletic, jugando una temporada en The Valley antes de volver a la Lazio, club con el que tenía tratos pendientes y, pese a no hacerse con ningún título, nos dejó imágenes memorables como el subirse al muro de los irreducibles que hasta el día de hoy sueñan con que el italiano con chistera llegue a entrenarles un día.
Una vez retirado en el Cisco Roma, se desintoxicó del balompié el mismo tiempo que duró en el West Ham y la Lazio, dos aficiones que hoy están hermanadas por el radicalismo derechista, además de por figuras como di Canio, Duce de vestuario que plasmó el amor jugador-grada de la forma más radical y que 5 temporadas en respectivos equipos le valieron para que Boleyn Ground y el Olímpico le recordasen como el líder que era en cada uno de los ataques que el enérgico e incansable capitaneaba.
Y con casi 600 partidos (586) y 123 goles, en 2012 se embarcó en el peligroso mundo del entrenador, donde el enérgico gen visto décadas pasadas sobre el terreno de juego, fueron vistas también desde la banda, donde capitaneó al Swindon Town a volver a Championship, desde donde descendieron antes de su llegada y dio el salto al Sunderland donde solo estuvo 7 partidos dejando al club al borde del descenso finiquitando así una carrera como entrenador y al igual que la tenida como jugador, no dejó frio a nadie.
Una vez dejado el arte y la práctica del deporte rey, di Casio al igual que muchos futbolistas, se sumergió a tiempo completo a comentar lo relacionado con el fútbol, concretamente en Fox Sports Italia, donde tiende a comentar sobre el equipo de su corazón como es la Lazio, además de dejar episodios como el momento donde se le vio que tenía un tatuaje dedicado a Mussolini en el brazo derecho. Todo esto ha sido la carrera de un futbolista que por carrera no se debe quejar, habiendo estado en 4 de los grandes italianos, el primer campeón de Champions británico, además del West Ham donde fue santo y seña. Lejos de la selección y forjado en el yunque de lo políticamente incorrecto, vela por una Italia abiertamente fascista pese a haber dejado claro que dicho movimiento radical no va con él. Uno di Noi.