Por Quique Monleón Ciurana
El Manchester United falla una vez más en el objetivo de engancharse al tren de Europa esta vez ante su vecino, que ha pasado de ser el ruidoso de la ciudad a aquel que ya lleva 8 de los últimos 10 derbies mancunianos ganados.
La hegemonía de Pep en la ciudad de Manchester crece a ritmo de crucero al mismo tiempo que no da brazo a torcer con Tottenham y Arsenal que si todo pinta como se está sucediendo en el momento, serán las parejas de baile de un Manchester City que ha coloreado la ciudad de azul cielo y más con este 0-3 en casa de su cercano.
No son tiempos fáciles para el club más grande de Inglaterra y Old Trafford lo está padeciendo. Después de un mercado desproporcionado donde no se ha cubierto a medida las posiciones que hoy son carentes en el United (mismamente los laterales donde se sufre con las bajas de Malacia y Wan Bissaka o el medio del campo, en este caso, la parcela de creador de juego ofensivo donde no se ha encontrado sustituto para un Bruno Fernandes que no esta cuajando, al igual que sus compañeros, no está cuajando una gran campaña en la mejor competición del mundo.
La situación del United es grave, cuando todo parecía amordazado y meramente definido el estilo junto a Erik Ten Hag, decisiones han sido tomadas en vano (salida incongruente de De Gea (mejor futbolista mancunian de la década) hasta problemas con futbolistas como Antony O Sancho que los han hecho salirse por completo de un equipo que ha pasado de codearse con el Liverpool por ser quien identifique al país fuera de éste a sufrir hasta final de campaña para entrar a unas competiciones europeas donde esta temporada ya hemos visto a los diablos rojos hacer el ridículo, dejando puntos clave contra el Galatasaray, enésima vez donde se ha demostrado la poco configurada y estable que es la plantilla del United y que no hay nivel para medirse en las grandes citas hasta que haya un cambio real en una entidad que lleva sin levantar la Premier League desde 2013 con un Sir Alex Ferguson al que lo podemos ver casi diariamente morirse de vergüenza viendo al equipo que un día fue temido en el viejo continente.
Domingo, día del señor y la familia, estaba marcado por los diablos rojos como cita para reencontrarse con su mejor versión: un derbi mancuniano que, pese a no ser dominadores en él, es un encuentro donde se pone una velocidad más y sabiendo que se juega en casa buscando así dar una alegría a la parroquia que clama ayuda ante una situación que parece irreversible tan irreversible que si fuésemos los Blazers, nos daríamos por vencidos ante un proyecto cual rumbo y brújula no marcan un punto en clave y dejar lo que ha sido un gran imperio como el United, puesto en el escaparate y listo para que otro capitán coja los mandos y guiándolo así un futuro próspero.
Echaba el balón a rodar y con él, el Manchester City, campeón de Europa, que se posaba en el área de su rival en menos que cantaba un gallo, coqueteando con la portería de un André Ozana que desde el inicio de temporada nos ha dejado claro que su sitio no es otro que lejos de la portería de un United que sufren barbaridades con el camerunés bajo los palos, unos palos que no tuvieron que esperar en exceso para ver el primero de los balones entrar, siendo como no, Haaland, quien, con nueve goles ya en competición doméstica, despeja dudas frente a aquellos que osan a criticar al gigante noruego en partidos de alto nivel y que, mediante una de sus especialidades como lo es el penalti, engañaba a un Onana que no parecía listo para una nueva tarde de pesadilla en casa.
La primera parte no sería más que el preludio de la hecatombe para un United que pidió la hora desde que inició el partido, un encuentro que nos llevaba al respectivo descanso con un único tiro a portería local y por parte de un Rashford que acababa desesperado en un encuentro donde todo pasaba por pies de un inglés que veía a sus compañeros cabalgar sin rumbo fijo nuevamente.
Los 45 minutos restantes empezaban a descontar en Manchester al mismo tiempo que la gente local abandonaba el estadio, un estadio que acabo mudo cuando, corriendo el minuto 50, veía a Bernardo Silva (con el que se especuló su salida el pasado verano), centrar un balón para que Haaland nuevamente rematase a placer ante una defensa que quedó perpleja por la superioridad de un delantero al que ni 4 hombres podían parar en espacios reducidos: el United bailaba al son de Guardiola cuando no se había cumplido la hora de juego, un juego que se vistió de azul claro en la tarde de hoy y nos regaló una gran jugada colectiva entre el hombre del partido Haaland y Foden quien, con la confianza de Guardiola nuevamente ganada, empujaba el buen balón que el noruego le sirvió desde el primer palo a un inglés que se ha vuelto el mejor aliado para el escandinavo que no entiende el futbol sin el británico, un británico que ejecutaría la ultima juega del encuentro antes de que el arbitro se llevase el silbato a la boca llevando las miradas al luminoso donde un calamitoso 0-3 sonrojaba a los valientes que, aún con el esperpento de encuentro, no abandonaron sus asientos.
Con este resultado, el City enseña nuevamente los dientes a los que combaten con él por el trono de la Premier mientras que el United deberá rehacerse nuevamente ante su afición el día de todos Los Santos.