Cuando Zinedine Zidane tomó la decisión de poner punto y final a su segunda etapa en el banquillo del Real Madrid muchos fueron los aficionados que vieron el cielo abierto ante la posibilidad de contar con los servicios de Antonio Conte, siendo el italiano un técnico que siempre se ha caracterizado por tener los bemoles suficientes para hablar claro independientemente de que sus palabras pudieran gustar o no a prensa, aficionados o directiva.
Sin embargo, Florentino no fue tan valiente para dar ese paso que hubiese supuesto el principio de una revolución total que el Real Madrid lleva pidiendo a gritos varios años, apostando en su lugar por otro entrenador italiano como Carlo Ancelotti, que venía de fracasar estrepitosamente en el Everton, y que al igual que Zidane, tenía así su segunda oportunidad para hacerse cargo del banquillo del Santiago Bernabéu, manteniendo por tanto la línea continuista de entrenadores con un perfil bajo y carácter apacible que no diesen demasiados problemas a la directiva, especialmente en materia de fichajes.
Con Ancelotti alegando que quería una plantilla corta el día de su presentación, muchos empezaron a acordarse de aquella 2014/2015 en la que el Real Madrid venía de conquistar la Champions League, y que tras un inicio de liga espectacular se vino abajo de forma terrible en la segunda vuelta del campeonato debido principalmente a la falta de rotación es a la que está acostumbrado el técnico transalpino, algo que también se ha podido comprobar nuevamente a lo largo del presente curso, con una plantilla que pese a contar con 25 jugadores tan solo tiene a 13 o 14 de ellos activos.
Esa falta de rotaciones ha provocado que el conjunto blanco esté totalmente fundido cuando todavía no tiene nada ganado, pudiendo volver a vivir una situación como la anteriormente mencionada en 2015, algo que ya sería el colmo para un equipo que independientemente de que logre la Liga, la Champions League, o ambas cosas, debe tener algo de autocrítica y exigencia para empezar un nuevo proyecto deportivo de la mano de un técnico que sea capaz de llevarlo a cabo, y no de alguien como Ancelotti, que como decimos no provoca problema alguno para una directiva en la que Florentino Pérez está muy cómodo pensando en Mbappé o Haaland cuando la verdadera revolución debe pasar por el banquillo con el adiós al continuismo.