La derrota de la Selección Colombia ante Perú en Barranquilla la dejó con pocas posibilidades de ir al mundial y como suele ocurrir con fracasos de este tipo en el país cafetero, la opinión pública empezó a buscar culpables en un lado y en otro.
El más señalado es el técnico Reinaldo Rueda por la falta de gol del equipo, que lleva seis partidos consecutivos sin marcar. También se critica el bajo nivel de algunos jugadores cuando se ponen la camiseta del equipo nacional. Pero otra discusión nació alrededor de cuál debería ser la sede para las próximas eliminatorias.
Se le ha criticado al público barranquillero su actitud durante el último partido, pues solo unas voces se escuchaban alentando a su equipo, las de la pequeña parcial peruana que llegó a ver a su selección. Todo el público colombiano, si bien abarrotó el estadio, estuvo en silencio durante los 90 minutos.
Uno de los que se pronunció al respecto fue el alcalde de Cali, quien dijo en su cuenta de Twitter:
«Sin el propósito de ser oportunista, pero la Federación y @FCFSeleccionCol deben saber que en el Pascual Guerrero le meteríamos el alma a estimular el equipo y no un turisteadero de cachacos arribistas».
Pero la discusión sobre cuál debería ser la sede va más allá de la actitud del público. Cuando se escogió a Barranquilla como sede de la Selección para las eliminatorias de Brasil 2014, el argumento fue histórico. En la ciudad de la costa atlántica Colombia se había clasificado a tres mundiales (90,94 y 98), mientras en Bogotá, la sede por ese entonces, siempre se había quedado a mitad de camino a excepción del mundial de Chile 62.