Quique Monleón Ciurana
Levantar la famosa orejona es una tarea que pocos equipos han realizado a lo largos de los más de 60 años que tiene la Copa de Europa. El Valencia ha sido uno de los cuatro equipos que han podido pisar una finalísima de esta competición donde la inexperiencia, los nervios y que simplemente el destino no quiso aliarse con el conjunto de la cuenca del Turia, nos llevan a que y en 2024, este centenario club no posea un ejemplar de la Champions League en sus vitrinas como equipos de la talla de Olympique de Marsella, Steaua Bucarest, Estrella Roja o Aston Villa, clubes de una estatura menor a la cosechada por el Valencia a lo largo de su historia, sí tengan una. A día de hoy, mucho tienen que cambiar las cosas para que el conjunto valencianista vuelva a vivir las grandes citas donde un día fue protagonista.
El pasado 23 de mayo se cumplieron 23 años de la que fue la última a final de Copa de Europa disputada por el Valencia CF, conjunto que y por aquel entonces, era un verdadero fijo en las zona noble de la clasificación liguera además de todo un debutante de garantías y que se atribuiría un hueco en cada cual de las siguientes ediciones de la Champions League a causa del virtuoso juego que desprendía el equipo del que por aquel entonces dirigía, Hector Cúper, artífice de las dos finales consecutivas cosechadas por el conjunto de Mestalla que dejaría paso a Rafa Benítez, que metía de lleno al equipo valenciano de nuevo en una final europea, no de Champions pero sí de Copa de la UEFA donde y a la tercera, el Valencia pudo llevarse un título europeo al casillero,
Empezaría todo en la temporada 99-00. Un Valencia bronco y copero, tras hundir en la final de Copa del Rey la anterior campaña al Atlético de Madrid en la Cartuja con un apabullante 0-3 de la mano de un Claudio López y un Gaizka Mendieta más que estelares, afrontaban el inicio de competición liguera debutando en Champions pero, y antes de ello, haciéndose con el título de Supercopa de España ante un FC Barcelona que no sería la última derrota sonrojante que padecería ante el Valencia CF esa misma temporada ya que y por ese entonces, en el Camp Nou despertaba el miedo solamente con escuchar el nombre de un Piojo López que siempre y en aquellos días, le ponía las cosas verdaderamente complicadas a un FC Barcelona que se llevaría un severo 4-1 en la idea de unas semifinales de Champions que no eran más que las primeras de un Valencia que ya había levantado la voz en Europa tras el severo correctivo que se llevaría la Lazio en Mestalla con un Gerard López que sería la sensación como bien lo iba a ser el año siguiente Juan Sánchez emulando el Hat-trick del catalán ante un equipo esta vez ingles y en unas semifinales para certificar y dar por bueno el empate a 0 visto en Elland Road semanas atrás antes de que en Mestalla se corease el “nos vamos a Milán”.
Pero y antes de Milán en 2001, tocó medirse a todo un Real Madrid que cierto era que en liga había quedado quinto clasificado mientras que el Valencia quedaba en una meritoria tercera posición, revalidando el poder estar en Champions un año más, uno donde y si preguntas a la gente que agolpó San Denis el día que su equipo sucumbió y brindaba al Real Madrid su octava copa de Europa, te habrían dicho que ni en 100 vidas esperaban ver de nuevo al Valencia en una final de Champions… y así fue, después de los goles de Fernando Morientes, Steve McManaman y un Raúl González Blanco quien dejaría sentado a Santiago Cañizares para certificar el título para los blancos. Una vez oficializada la derrota en Francia, al Valencia no le quedaría otra que encabezar una nueva temporada donde se volvieron a hacer rematadamente bien las cosas y, para sorpresa de muchos, el buen hacer en Europa no fue más que una realidad cosechando la que sería la segunda final europea en dos años bajo loso mandos de un Cúper quien avisó de dejar el cargo una vez terminase la 2000-2001.
Si la primera final de Champions para muchos que la vivieron te la cuentan dejando escapar alguna que otra lágrima, la segunda y vivida en Milán fue el verdadero infierno para esos muchos, unos muchos que viajaban a Milán con la lección aprendida y quitándose ese cartel de favorito con el que se llegó a Paris la anterior campaña donde el buen hacer y la experiencia del Real Madrid en la competición, fueron algunas de las lanzas en contra de un Valencia que y de forma heterogénea a lo visto en la pretérita final de liga de campeones, se adelantaría por primera vez en una final de Champions obra de quien hubo maravillado a España entera aquella tarde en la Cartuja con su gol al Atlético de Madrid que supondría la 6 Copa del Rey de un Valencia CF al que los errores de novato ante un rival ya conocido en la máxima competición europea como bien era el Bayern München, volverían a pasarle factura como ya se vio en la capital francesa ante el Real Madrid. Primero y con un error garrafal de Angloma, quien perdió la marca de aquel que no se atrevería a lanzar el penalti provocado por el jugador de Guadalupe pero que sí igualaría las tornas ya en la segunda mitad tras un nuevo penalti provocado por un Carboni que tiene como única mancha en su legendaria carrera como leyenda valencianista, el haber provocado la pena máxima que supondría el empate y lo que ya todos sabemos: un fallo de Zahovic que mandaba el encuentro a la prórroga donde el Valencia nuevamente quedó a un paso de la gloria tras el fallo del flaco Pellegrino, otro con una carrera magnánima en el conjunto valenciano pero, y al que siempre, le quedará la espinita clavada de no haber podido batir a un Oliver Kahn que consolaría a Cañizares que y como los muchos que poblaron la grada de San Siro, vieron la oportunidad más clara de hacerse con dicho galardón, esfumarse en un santiamén teniendo que recurrir a unas lágrimas que representaban a una ciudad entera.
Pese a la fatídica final de liga de campeones bajo el manto del Duomo, el Valencia continuaría siendo uno de los equipos de moda tanto en España como Europa. En lo nacional, 2 ligas en un intervalo de 3 años, situaron al conjunto dirigido por Rafa Benítez como el único capacitado de haber batido a un Real Madrid al cual y pese a no haberlo batido hacia ya 4 años en Saint Denis, se le ganaban ligas pese al tener los blancos una plantilla plagada de estrellas. En el panorama europeo, las finales de Champions dejaron de llegar y, durante la etapa Rafa Benítez, unos cuartos de final fue la estancia más lejana a la que pudo llegar el Galénica en la máxima competición europea de clubes. Pese al no poderse medirse de tu a tu en finalísimas de la orejona, la Copa de la UEFA fue llevada a las vitrinas valencianistas como último título europeo hasta la fecha.
De aquel Valencia que encadenó dos finales de Champions seguidas solamente queda el escudo y, por supuesto, su afición, la que en su día luchó por ver a su equipo en la cúspide del fútbol europeo y que hoy pelea junto a él par salvarlo de las manos de aquellos que lo buscan empequeñecerlo. El equipo que actualmente dirige uno de los finales en la segunda oportunidad que tuvo el Valencia para hacerse campeón de Champions (Rubén Baraja), se encuentra a años luz de aquellas noches donde Mestalla se abarrotaba para recibir a los mejores del mundo. Arsenal, Lazio, FC Barcelona, Manchester United… eran algunos de los equipos a los que les entraba el pánico una vez pisaban Mestalla, un estadio que marcaba el primer gol para los suyos y que fue fundamental en victorias por la mínima como el 1-0 ante el Arsenal con un mayestático cabezazo de John Carew o el festival de goles que se vería en las semifinales tras batir esa misma temporada al nombrado Arsenal contra el Leeds, donde Juan Sánchez decidió disfrazarse de “Romario” como bien le apodaban muchos para llevar a un Valencia ESA final de Champions en Milán donde y en teoría, se había aprendido de los errores de la anterior y que acabó siendo una de las heridas más abiertas en la historia de un centenario club que, y a día de hoy, vive una pésima situación como entidad de donde será verdaderamente difícil salir.